viernes, 28 de enero de 2011

"The Incredible Berto & Toto's Flying Circus" (Realizado en 2009)

¡Hola!
Esta vez os dejo fotos de uno de mis proyectos más personales:









Se trata de una composición de dos bustos de la marca JMD. Cuando vi estas referencias por primera vez, se me ocurrió la idea de hacer un conjunto con ellas y, con la ayuda de un poco de conversión, contar una pequeña historia. Se trata de una pareja de pilotos de acrobacias que trabajan en un circo. De caracter bastante opuesto, traté de caracterizar a los dos personajes mediante la composición, la pintura y alguna conversión menor (como la camisa hawaiana de Berto, el busto de la izquierda, los parches que llevan y alguna cosa más). Unas fotos de detalle:




Un paso a paso de esta pieza apareció en la revista Gameforces. Al mismo, acompañaba un pequeño relato que escribí inspirado por la historia de trasfondo de las figuras y que os dejo a continuación.

 “Maldita sea, anoche estuvo bebiendo otra vez”, pensó Enriqueta cuando vio aparecer a Berto, que luchaba por mantenerse en pie mientras se abrochaba su querida camisa hawaiana. “Ni siquiera lleva el chaleco de vuelo. Estúpido chiflado”. Con la poca habilidad que le permitía la resaca, Berto empezó a ajustarse el casco. Sus dedos libraron una batalla de un minuto contra la correa del auricular del lado izquierdo hasta que, por fin, la dejó colgando y sin abrochar con una mueca de indiferencia.

Ya llevaba tres meses en el circo volante y no recordaba una sola vez en la que Berto hubiese aparecido en buenas condiciones y dispuesto para la exhibición de la mañana. Por supuesto, era un buen piloto. No. Era el mejor piloto de acrobacias que había conocido jamás. Pero su irresponsabilidad la ponía enferma. Su actitud era completamente opuesta a la de las institutrices del maldito internado al que la habían enviado sus padres y del que había escapado sin necesidad de mucho ingenio. Era como pasar del orden absoluto al caos más desastroso. Menos mal que ella estaba allí para cuidar de los dos.

Le había costado que Don Braulio, el dueño del circo, y los otros pilotos la tomaran en serio. Había tenido que limpiar los aviones. Había tenido que demostrar que sabía pilotar. Incluso había tenido que cambiarse el nombre. “Enriqueta es un nombre francamente ridículo”, le había dicho Don Braulio cuando le propuso actuar en el circo volante. “Tiene que ser algo más corto. Más pegadizo. Algo que los niños puedan gritar con la boca llena de palomitas y quepa en los carteles”. Había trabajado muy duro. Volar le apasionaba. Para disgusto de sus padres, prefería convertirse en piloto a ser una insulsa señorita de buena familia.

Mientras, Berto llegó hasta la pista e hizo una burlona mueca de cansancio al ver el reproche escrito en su cara. “Otra vez no, Toto. Hoy me duele demasiado la cabeza como para oír tus sermones”. En cuanto subió al avión, empezó a espabilarse poco a poco. Ahora estaba en su elemento. Mientras comprobaba los indicadores de despegue y preparaba el avión, preguntó indiferente: “¿queda algún chaleco en el compartimiento de atrás de este trasto? No sé qué hice anoche con el mío”. “Maldito chiflado”, pensó Toto.

Saludos
FeR

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